La minería es un sector industrial imprescindible, estratégico, que genera empleo de calidad en zonas rurales despobladas (y posee una legislación y un control muy superior al de otros sectores industriales)
Autor: José Antonio Sáenz de Santa María y Benedet, Presidente del Colegio de Geólogos de Asturias
La Minería ha sido, desde finales del siglo XIX, uno de los motores de la actividad económica de Asturias. La explotación del carbón ha moldeado, sin duda, nuestra tierra y a nosotros mismos. En la actualidad y a pesar de que en el mundo la industria carbonera está en expansión (se producen y consumen unos 7.500 millones de toneladas de carbón por año), en la Unión Europea el carbón lleva un par de décadas en un proceso de cierre de las explotaciones mineras. Este hecho se ha debido a los incrementos de costes de la industria, los requerimientos cada día más exigentes (afortunadamente) de seguridad de las explotaciones y otros asuntos relativos al medio ambiente (derechos de emisión de CO2, cierre previsto de centrales térmicas de carbón, etc.).
Todas las regiones carboneras de la Unión han sufrido las consecuencias derivadas de los procesos de cierre, instalándose en ellas una mentalidad social y política de búsqueda de sectores económicos alternativos a la minería.
Sin embargo, paralelamente, los nuevos requerimientos ligados al medio ambiente pasan por intentar aumentar la producción eléctrica mediante energías renovables (solar térmica, solar fotovoltaica, eólica, maremotriz, etc.), electrificar la economía, aumentar el transporte ferroviario electrificado de personas y mercancías, desarrollar vehículos eléctricos, aumentar la digitalización e informatización de los procesos productivos, de las telecomunicaciones, etc.
Todos estos procesos requieren la utilización de nuevos elementos metálicos y tierras raras para conseguir sistemas de almacenamiento de energía (baterías de Litio y Cobalto) tanto en las centrales industriales de producción de energía eléctrica como en los equipos de autogeneración individual, en los vehículos eléctricos, etc. En los equipos informáticos, en las telecomunicaciones, en los equipos médicos de última generación, en los láseres, lámparas leds, etc., se necesitan cada vez mayores cantidades de elementos metálicos escasos (oro, cobalto, tántalo) y las tierras raras.
Estas últimas son un grupo de 17 elementos químicos (escandio, itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos: lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio) que se caracterizan por su extrema escasez en la corteza terrestre.
Son las tierras raras elementos insustituibles cuya producción está liderada actualmente por China, con 165.000 toneladas anuales. El gigante asiático controla el mercado, a mucha distancia de Australia o Estados Unidos, segundos y terceros productores mundiales. Mientras, Europa simplemente ve pasar el tren y depende totalmente de la importación de estos metales de gran interés estratégico para nuestro desarrollo industrial y económico. Así, recientemente y desde la Unión, se ha instado a los países miembros a investigar la existencia de esos elementos en sus territorios para evitar, en lo posible, la dependencia del exterior.
Desde este punto de vista y en el caso de Asturias, es necesario señalar que, paralelamente a la explotación del carbón de los pasados siglos XIX y XX, se desarrolló otra minería distinta, metálica, que no es muy conocida del gran público pues el carbón, en Asturias, lo ha ocupado todo. Desde las minas de cobre (calcopirita, sulfuro de cobre) del Aramo, explotadas ya en el Neolítico y hoy yacimiento arqueológico de gran interés hasta las minas de mercurio (cinabrio, sulfuro de mercurio) de La Peña (Mieres), Muñón Cimero y Soterraña (Lena), las de zinc (esfalerita o blenda, sulfuro de zinc) de Picos de Europa o los yacimientos de oro de Boinas y Carlés (en explotación) o Salave (en investigación), Asturias ha tenido una gran cantidad de indicios y yacimientos explotados de distintos sulfuros. Es general en la Cordillera Cantábrica la presencia de numerosos filones hidrotermales de sulfuros encajados entre las rocas aflorantes, especialmente en las calizas que constituyen, en buena parte, los relieves de nuestra región.
La característica más destacada de estos yacimientos es que, en ellos, existen sulfuros accesorios asociados con el mineral principal que contienen elementos más escasos (como el cobalto o las tierras raras). Así pues, nuestro territorio podría albergar, potencialmente, esos elementos metálicos y tierras raras tan demandadas por la sociedad y la economía en la actualidad.
La minería metálica podría constituir, por tanto, un sector industrial con mucho futuro en la Asturias del siglo XXI.
Las minas, pese a los prejuicios que arrastran debido al desconocimiento de algunos sectores de la población, son un sector industrial imprescindible para el país, tienen un carácter estratégico que ya se ha comentado, generan empleo de calidad en zonas rurales despobladas y poseen una legislación y un control muy superior al de otros sectores industriales.
Así pues, sería necesario estudiar nuestras antiguas minas de sulfuros e investigar los indicios presentes ya conocidos en nuestro territorio desde el punto de vista de los nuevos elementos. A este respecto, hay empresas que empiezan a pedir permisos de exploración geológica y minera a la Administración con el objetivo de que los geólogos hagan investigación que implica cartografías de superficie, muestreos y análisis de laboratorio, calicatas y sondeos para comprobar la existencia de esos minerales y elementos.
Los movimientos ecologistas pretenden poner trabas a estos trabajos de investigación por temor a que, confirmada la presencia y calidad de los recursos, pudieran abrirse nuevas minas. Sin embargo, se trata de una gran oportunidad de desarrollo económico y social. Por otro lado se necesita, objetivamente, el conocimiento geológico del subsuelo asturiano. Estadísticamente, sólo se abre una mina de cada diez o quince indicios que se investigan y, como ya se ha dicho, el impacto ambiental y los planes de restauración de una mina moderna no tienen nada que ver con las de siglos pasados.
Hay que señalar, en este punto, que los movimientos ecologistas parecen querer una cosa y su contraria: pretenden conseguir reducir la emisión de gases de efecto invernadero electrificando la economía pero, para ello, se necesitan elementos metálicos escasos para cuya extracción hace falta investigación geológica del subsuelo y explotación de minas.
No encaja muy bien querer desarrollar los coches eléctricos o dotar a las zonas rurales de redes de telecomunicaciones para evitar la despoblación sin tener en cuenta la necesaria producción de cobre, cobalto, litio, oro, etc. que estos desarrollos demandan pues “todo lo que no se puede cazar, pescar o recolectar sale de una mina”, en acertada frase.
Estamos, por tanto y desde el punto de vista geológico y minero, en un momento muy interesante para los profesionales implicados en estos temas en Asturias. Si se permite, por la Administración, la investigación de los recursos, el estudio y evaluación de sus características desde el punto de vista minero, etc., se podría, en pocos años, relanzar el sector minero en la región.
Esto, siempre y cuando se superen los prejuicios contra las minas que son instalaciones industriales como cualquier otra que podamos tener en nuestro solar.
En cuanto al impacto ambiental de los trabajos de investigación geológica y contrariamente a lo que vienen manifestando los movimientos ecologistas, éste es muy bajo. La mayoría de los trabajos no requieren intervención física en los montes (cartografías, tomas de muestras y datos en superficie, estudios geofísicos, etc.) y aquellos que si lo hacen (calicatas y sondeos) tienen un impacto mínimo. Los primeros son agujeros de uno a dos metros cuadrados en planta y cuatro o cinco en profundidad que, una vez estudiados y muestreados, son restaurados. Los segundos suelen hacerse, por economía, en caminos ya existentes. Solo en algunos casos deben hacerse caminos de acceso y plataformas que, una vez acabado el sondeo son rellenados y restaurados.
Por concluir señalaré que Asturias tiene ante si una posibilidad de desarrollo económico y social que requiere tiempo de maduración e inversiones en investigación antes de poder desarrollarse. Nadie garantiza el éxito pero si, a la fecha, las buenas perspectivas. Aprovechar este sector primario permitirá desarrollar el medio rural, frenar la despoblación con empleos de calidad y contribuir al abastecimiento interior de materiales de tanta trascendencia para el resto de la economía.
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